miércoles, 21 de junio de 2017

La primeras salas de asilo


Cuando se habla de los orígenes de la Educación Infantil en Francia siempre se nombra a Oberlin (1740-1826) que fue un pastor protestante que fundo en 1770 una serie de escuelas con la finalidad de hacer frente al abandono moral en el que se encontraban los niños y niñas y mantenerlos ocupados con escasa vigilancia. Se llamaban petites écoles á tricoter o poêles à tricoter (escuelas de calceta) en las que cada día empezaba y terminaba con una oración y había tres horas de aprendizaje textil, lecturas, alfabeto, caligrafía, cálculo mental, canto e historia sagrada.

La primera sala de asilo fue impulsada por Emilie Mallet, inaugurada en 1826 gracias a la ayuda del Consejo General de Hospicios que les proporcionó un local y algunos fondos.

Unos meses después, Cochin, alcalde de un distrito pobre de París, había establecido una especie de sala de asilo, con muchos niños y movido por el deseo de ayudarles; el mismo dirigía la escuela e ideó un método el cual permitía a las salas de asilo funcionar como una maquinaria compleja, con el tiempo estructurado en una serie de ejercicios sucesivos que se desarrollaban en la gradería, en los círculos... y de hecho en muchas salas este método se va a aplicar mecánicamente, de modo que actividades y rutinas que tenían sentido van a ser repetidas sin saber las razones y los objetivos. Enseñaba a los que querían ser maestros. Poco después Millet y Mallet abrieron otras y así fueron apareciendo otras más, llegando Francia a tener en el año 1836 unas 24 salas de asilo.

Las salas de asilo eran instituciones financiadas con fondos obtenidos por suscripción pública gracias a un comité de damas (patronato) y tuteladas por los hospicios. Acogían de 150 a 200 niños o incluso más. La mayoría de las salas que aparecieron en esos primeros momentos fueron de iniciativa privada para socorrer a los niños más desfavorecidos. Las salas de asilo habrían todos los días, todos los días de la semana, incluso los festivos, durante todos los meses del año y lo hacían de 10 a 11 horas al día.

Fueron perdiendo poco a poco su carácter privado, pasando a depender primero del Patronato del Consejo General de Hospicios, luego de la Prefectura del Sena y por último del Estado.

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