domingo, 18 de junio de 2017

La educación de un individuo y su implicación en la política

En un trabajo pionero para el campo de estudio de la cultura política, publicado en 1963, Almond y Verba descubrieron que la educación de un individuo era uno de los factores con mayor peso –quizás el más importante– para explicar la calidad e intensidad de su participación en la política. La Cultura Cívica –así titularon el libro en el que expusieron las conclusiones de una investigación por encuesta en cinco países– mostraba que, al aumentar el nivel de instrucción de una persona, también lo hacía su “competencia política subjetiva”. Los ciudadanos más educados se sentían políticamente más capaces y esto incrementaba la probabilidad de que se involucraran en política (Almond y Verba, 1963: 168-207 y 315-324). Como el nivel de instrucción de un individuo se halla estrechamente asociado a su estatus socioeconómico, cabe preguntarse si esa relación observada entre educación e implicación política no encubría, en realidad, una causa más profunda: los mayores recursos, conexiones e influencia que poseen las personas ubicadas en las posiciones sociales más elevadas. Desde luego, estos factores cumplían un papel, pero las mayores capacidades de pensamiento, comunicación y organización que suponen una formación creciente parecían tener un impacto decisivo. Entre las personas del mismo estrato económico, las más educadas se interesaban y participaban mucho más.

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